30 marzo 2009

El hermano que siempre quise

Ángel Santiesteban, Camilo Venegas y Arturo Arango en la tumba de Benny Moré, en el Cementerio Municipal de Santa Isabel de las Lajas.

Ángel Santiesteban sigue en La Habana. Lo último que supe de él es que la Seguridad del Estado le pidió una explicación sobre Los hijos que nadie quiso, su blog en Cubaencuentro. Unos días antes, mi madre recibió un email donde Angelito le prometía que vendría pronto a Santo Domingo.
Desde el día en que nos conocimos, Ángel es el hermano que siempre quise. Aunque él es habanero y yo guajiro (creo que una de las pocas desavenencias que hemos tenido), su madre nació en San Fernando de Camarones y eso, de alguna manera, lo exime de culpas por irle a Industriales y no a Villa Clara.
Aunque Angelito siempre acaba volviendo, nunca ha dejado de ser un outsider, alguien que escribe desde una frontera que no está en ninguna parte. Nadie como él defiende el derecho a no pertenecer a ningún bando y a decir lo que piensa en el momento en que se le ocurre.
Siempre he dicho que no extraño a Cuba sino a la gente que dejé allí. Muchas veces, cuando voy por una de las carreteras del Este de República Dominicana, entre cañaverales y líneas de ferrocarril, recuerdo aquel último viaje que hicimos en Cuba, cuando Angelito me llevó en su vieja camioneta Chevrolet a despedirme del Paradero de Camarones.
Espero que venga aunque al final se vaya. Su ida es mi vuelta. Con él aquí al menos por unos días, yo estoy allá por esa misma cantidad de tiempo.

1 comentario:

ags dijo...

Bueno, me quedé esperando a que comentaras algo de Arturo, lo que recuerdo de él es que era un tipo chévere, y aunque fue "Instructor del Comité de Base de la Juventud" de la Orquesta Sinfónica de Matanzas, no se lo puedo reprochar porque en aquellos tiempos yo era militante de esa institución y uno de sus pupilos. Más nunca lo volví a ver, sólo en los créditos de algunas películas y como firmante de algunas sabrosas páginas impresas. Una de esas decenas de personas que desapareecen de nuestras vidas sin ton ni son.