28 julio 2010

Lugares comunes

Nunca en mi vida lo he llamado por su nombre, Rigoberto, y mucho menos por su apellido, Aguiar. Para mí, desde que tengo uso de razón, es El Chiqui, mi amigo de la infancia, el que más cerca me quedaba (el fondo del patio de su casa estaba del otro lado de las líneas y del andén principal).
Todas las mañanas del mundo nos reuníamos para jugar. A veces, cuando también acudían Norberto y Alexis, nos dividíamos en dos equipos de pelota “a la mano”. De lo contrario, nos hacíamos espadas de guácima o, con mi caballo soviético (un corcel con pedales que tiraba de una silla con ruedas), dábamos vueltas sin parar por los andenes.
Desde hace años, El Chiqui vive en Nueva York con su familia. Hace apenas dos semanas regresó al Paradero de Camarones para estar unos días con los suyos. Una de esas mañanas (sé que era de mañana por las sombras) la dedicó a retratar mi casa (aún digo que es mi casa, porque de lo contrario no podría fijar una residencia en Cuba y eso sería terrible).
Gracias a esas imágenes (son más de 40) he podido intuir el presente de todo ese pasado que siempre me acompaña. Ya El Chiqui está de regreso en Nueva York y yo permanezco en Santo Domingo. Pero de alguna manera volvimos a coincidir en nuestros lugares comunes. Nosotros, como mi viejo caballo soviético, nos mantenemos dando vueltas por esos andenes.

10 comentarios:

Mario Crespo dijo...

Camilo, por favor cuelga esas imágenes de tu casa y del paradero que hizo El Chiqui. Sería estupendo ver esos lugares desde el ojo amante de un lugareño, que además es tu amigo. Slds

Odette Alonso dijo...

Lindo... Así me mandó Ena hace unos meses una foto de mi casa de Santiago (sigo llamándola mi casa) desde la acera de enfrente; tengo pendiente escribir algo, pero ahora estoy seca de palabras.
Un abrazo, tu

George R Porta dijo...

Estimado Sr. Fogonero: No me gusta cuando escribe usted movido por la ira. Ya arrastro mucha de mi propia cosecha. Pero agradezco cuando, sin volverse ni melcocha ni fango, deja usted deslizar algún poco de ternura en su tinta. Y esta es una de esas ocasiones. Gracias por contar algo tan simple, pero tan obviamente importante. Un abrazo. G Porta
PS: Por cierto que la foto es muy buena.

Pedro Merino dijo...

Excelente, Camilo, ojalá pudiera inspirarme en algo así. Soy de esos ultraderechistas, supergusanos, mezclado de cobardía y razonamiento, por meterme en la mente que matar a un hombre me disminuye. ¨Nunca preguntes, por quién doblan las campanas. Están doblando por ti¨. Por eso no regreso a Cuba, socio, yo nací en La Habana. Pero mi mente quiere regresar, y más cuando leo algo así como lo que acabaste de escribir, socio. Saludos...

Salvador V. Guerra dijo...

muy bueno, como siempre, yo tambien llamo mi casa a la de mi madre, sin embargo mi ciudad a Moa, en ese partirme en dos , y amar...

Mario Crespo dijo...

La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie. JOSÉ MARTÍ

SENTADO EN EL AIRE Juan C Recio blog dijo...

Hermoso, y también con una curiosidad que me mata por las fotos. También triste el tono, pero esperanzador de posible reencuentro, eso quiero pensar, y el agradecimiento a tu amigo, por permitirnos esta posibilidad de tu crónica.

Anónimo dijo...

Mis abuelos viven en Camarones, visito el pueblo al menos una vez al año, cuando tengo el alma cansada pienso en el arroyo que está en la entrada, cuando vienes desde El Paradero, en el olor a humedad y a yerba que empieza en la curva. tristemente eso está en mis recuerdos de infancia, los mejores son de allá. ahora el arroyo está casi seco y sucio, y el "campismo" de La Palma ya no existe. La estación del tren es como una casa muerta, recuerdo como de niña pasaba la mano por la piedra del muro, hasta que se escuchaba el pito del tren y comenzaba mi ansiedad por alcanzar una ventanilla al subir.. la nostalgia no es una buena cosa..

Anónimo dijo...

Mis abuelos viven en Camarones, visito el pueblo al menos una vez al año, cuando tengo el alma cansada pienso en el arroyo que está en la entrada, cuando vienes desde El Paradero, en el olor a humedad y a yerba que empieza en la curva. tristemente eso está en mis recuerdos de infancia, los mejores son de allá. ahora el arroyo está casi seco y sucio, y el "campismo" de La Palma ya no existe. La estación del tren es como una casa muerta, recuerdo como de niña pasaba la mano por la piedra del muro, hasta que se escuchaba el pito del tren y comenzaba mi ansiedad por alcanzar una ventanilla al subir.. la nostalgia no es una buena cosa..

self publishing dijo...

Lindo... Así me mandó Ena hace unos meses una foto de mi casa de Santiago (sigo llamándola mi casa) desde la acera de enfrente; tengo pendiente escribir algo, pero ahora estoy seca de palabras.