20 junio 2011

La prehistoria que tendrá mi futuro

Hace una semana me pasé casi todo un día en las oficinas de un cliente. El  trabajo que debíamos hacer era muy complejo y prometía extenderse hasta la madrugada. Me busqué un lugar dentro de aquel enorme espacio abierto. Justo al lado de mi mesa había una gran cantidad de DVDs apilados.
Eran del Concierto para el pueblo dominicano, de Silvio Rodríguez. Pregunté qué hacían allí y si podía tomar uno. “¡Llévate todos los que quieras!”, respondió un coro a mis espaldas. Entonces me contaron que alguien los había mandado como cortesía, pero que en verdad a muy pocos de ellos les interesaba aquello. “La oferta ha sido mucho mayor que la demanda”, dijo una jovencita que escuchaba a Gustavo Cerati.
Al día siguiente, cuando cayó la noche, me serví un largo trago de ron y me dispuse a disfrutar del video. Antes debo aclarar que la noche en que sucedió el concierto, el 30 de abril de 2007, me negué a ir al Estadio Quisqueya. Aunque me hubiera gustado disfrutar en vivo algunas versiones que logran el Trío Trovarroco, Niurka González y Oliver Valdés, quise ahorrarme el incómodo viaje al pasado que suponía casi todo lo demás.
Me alegró reencontrarme con el “Escaramujo”, “Judith” y algunas canciones más. Logré abstraerme de muchas cosas y atendí exclusivamente hacia el interior de esas obras de arte que son parte del ADN de mi generación. Pero en otras el acto de constricción me fue imposible. El mal gusto del ambiente (durante casi todo el concierto ondea un injerto de la bandera cubana con la dominicana, algo parecido a esas delirantes insignias que hay por Oceanía) y la longevidad del público me fueron deprimiendo.
Al ver las reacciones de los que coreaban en el concierto, entendí por qué a los jóvenes de aquella oficina no les interesaba el DVD. En la extensa jornada que compartí con ellos, le puse atención a la música que oían: Cerati, Bunbury, Drexler, Calamaro, Marlango, algo de blues y rock en inglés. Es más o menos lo mismo que yo oigo, solo que su futuro está libre de la prehistoria que ya pesa sobre el mío.

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