13 enero 2012

Cuba se empezó a quedar allá abajo

Cuando el avión de Copa tomó altura sobre Rancho Boyeros, Cuba se empezó a quedar allá abajo. Aún sin abandonar la periferia habanera, ya era visible la costa de Batabanó. Rincón, Bejucal y San Antonio de los Baños se acercaron tanto que se podían tocar con la punta de un mismo dedo.
Los círculos inútiles de las máquinas de regadío le aportaban una extraña geometría a los campos abandonados. Las escuelas en ruinas se veían como fantasmas en un escenario que ya no les corresponde, que comienza a rechazar su permanencia.
El piloto nos puso al tanto de la altitud, del tiempo de vuelo hasta Ciudad de Panamá y de la temperatura que encontraríamos al llegar. Como teníamos tiempo suficiente, comenzamos a pasar las fotos y los videos que nos llevábamos en la memoria de la cámara.
Compartiendo los mismos audífonos, volvimos a oír casi todas las canciones que Carlos, Polito y Kelvis habían cantado la noche anterior. Eso acabó creando un reflejo incondicionado. Cada vez que volvemos sobre las imágenes, les ponemos la banda sonora que tuvieron en la realidad.
Llegamos a Santo Domingo dos horas después de haber aterrizado en el territorio dominicano. Una caravana de un candidato a las elecciones presidenciales, había convertido a la avenida Las Américas en un caos indomesticable. Nadie avanzaba en ninguna dirección.
En verdad era exasperante. Pero estar de regreso en un lugar donde algo así es posible, nos alivió a todos. Al día siguiente, cuando comencé a escuchar los sonidos de Piantini al amanecer, sentí que estaba de regreso a casa. No se lo dije a nadie, pero ese hecho me devolvió una paz que ya empezaba a extrañar.

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