12 septiembre 2013

Allí aprendí a quitar con piel el frío


Tenía seis años y estaba en La Habana. Mi madre me había llevado en el Budd, un tren plateado que atravesaba los campos de Matanzas como una bala trazadora, en medio de la madrugada. Aún no era el tiempo de frío, pero me recuerdo temblando entre los brazos de Lérida.
A mi padre acababan de operarlo de la columna (luego yo, a la misma edad que él, también tendría que ser operado de las mismas vértebras). Estábamos en los jardines del Hospital Militar (él había sido combatiente y recibió el tratamiento de un oficial). Mi tío Cipriano fumaba nervioso, con un radiecito portátil en el oído.
Era la mañana del 11 de septiembre de 1973. Aunque al principio los adultos trataban de no hablar esas cosas delante de mí, llegó un momento en que pasaron por alto su protocolo. Fue entonces que los partes sobre la salud de mi padre se me empezaron a confundir con los de la vida de un tal Salvador Allende.
Años después, gracias a dos canciones de Pablo Milanés y una de Silvio Rodríguez, pude entender con claridad lo que realmente pasó aquel día. Solo que cuando llega el verso donde Silvio dice “allí aprendí a quitar con piel el frío”, no pienso en Santiago de Chile, sino en el Budd de Cienfuegos a La Habana.
No tengo más recuerdos de ese año ni del que vino después. Las próximas cosas que aún aparecen en mi mente ocurrieron en 1975.

1 comentario:

Ranay Chinea dijo...

Fabuloso x Borgeano!