07 noviembre 2013

El espacio en blanco


Me tomó muchos años entender que las cosas no eran para siempre. Nací en un pequeñísimo pueblo de provincia donde las casas, los árboles, la gente y hasta los objetos más simples parecían haber estado ahí por siempre. A eso hay que sumarle algo: el temor a lo irremplazable.
Era tanta la escasez, que no había forma de sustituir lo que se rompía. Mi abuela Atlántida fregaba su vajilla con tanto cuidado, que nuestros platos, en 1980, eran los que siempre hubo en la casa, desde principios de los años 50... ¿O eran los sin cuenta?
Los vagones del mixto de Cumanayagua fueron también los mismos durante toda infancia. Cada tres o cuatro años, una locomotora se los llevaba en un tren de escombros para el taller de Caibarién. Dos semanas después regresaban pintaditos, solo los agonizantes chirridos denunciaban su antigüedad.
Las cosas tenían que recomponerse porque nada podía sustituirse. Aún vivo dentro de esa cultura, no logro zafarme de ella. Reparo, reconstruyo, rehago, remiendo… Todo parece indicar que a la administración de este hotel habanero le sucede lo mismo.
Conscientes de que hay cosas que parecen para siempre, se han limitado a dejar el espacio en blanco. Alguien debe ocuparse de llevar la cuenta y rellenarlo una vez al año...¿O es la sin cuenta?

1 comentario:

salva33125 dijo...

Un Agosto en los mediados 80' paseaba por Obispo con unos amigos y leíamos Feliz Año Nuevo...eso pasa cunado las fechas dejan de ser importantes o simplemente cuando son la rutina..