25 junio 2014

Yo también fui Giuseppe Tornatore

Llamémosle Anónimo de las 12:57. Como no tuvo el valor de firmar con su nombre, no hay otra manera de referirse a él. En Cuba nadie tiene libre acceso a Internet, nadie que no forme parte del aparato represivo que se dedica, con tenacidad y escarnio, al asesinato de la reputación de todo cubano que se oponga de una manera pública a la dictadura.
Si se revisan las publicaciones sobre asuntos cubanos que se mantienen activas en la web, ahí se les encontrará con la misma profusión de las moscas. Jamás ponen su verdadero nombre. Los que tienen una pizca de imaginación se inventa un seudónimo; el resto, se parapeta cobardemente en el anonimato.
Anónimo de las 12:57 ha puesto (al menos hasta el momento en que redacto este post) dos comentarios en “A nadie le pedirán disculpas”, un texto aparecido originalmente en El Fogonero y que Diario de Cuba (probablemente el medio más completo sobre mi país) reprodujo en su muro.
Anónimo de las 12:57 se mofa de mi relato sobre Chena, el dueño del Cine del Paradero de Camarones, sugiriendo que me robé lo que cuento de Cinema Paradiso. Aprovecho su cizaña para volver a contar la historia del hombre que atravesaba mi pueblo todas las mañanas con una carretilla llena de latas.
He contado esto muchas veces, la primera vez fue en una edición de El Caimán Barbudo (calculo que de 1990 ó 1991) cuyo facsímil reproduzco aquí. El Cine de Chena en verdad se llamaba Justo, pero los interventores del gobierno revolucionario decidieron ponerle Jobusí (nunca supimos por qué). Justo de eso trataba mi reportaje en el Caimán
En “A nadie le pedirán disculpas” yo decía que Chena me había regalado una caja con muchas de las fotografías de la cartelera. Ese obsequio es insignificante con el que él le hizo a la gente de mi pueblo: por décadas se sentó en la última butaca a leer y comentar las películas. Su arte, créanme, era tan sofisticado como el de Armando Calderón.
A raíz de la publicación de mi reportaje, la Dirección de Cultura de Cienfuegos decidió restituirle el nombre de Justo al Cine de Chena. Cuando volvimos a vernos me abrazó lloroso, como si acabara de ver una de las tantas muertes de Erroll Flint. Poco después me hizo otro regalo: decenas de fotos antiguas del pueblo, en una de ellas, el Paradero de Camarones inauguraba su Cine. Corría el 23 de febrero de 1953.
La inmensa mayoría de los cubanos atesoramos nuestro propio Cinema Paradiso. La Habana, en 1959, tenía más cines que Roma y que ¡Nueva York! En ese entonces en mi pueblo no había más de 900 habitantes y podían darse el lujo de ir todas las noches al cine.
Ahora, con 2.000 inquilinos (hemos crecido tan poco porque la mayoría de los jóvenes se marcharon a Islas Canarias, lugar de origen de sus antepasados), el Paradero de Camarones no tiene cine, porque está en ruinas, como la estación, como el bar, como la barbería... y como Cuba entera.
Nada, Anónimo de las 12:57, gracias a ti volví a recordar a Chena. Aquel hombre de película que atravesaba el Paradero de Camarones con una carretilla llena de rollos. “¡No dejes de ir esta noche! —le decía a todos los que encontraba a su paso— ¡Está bárbara!”. Entonces ya era el portero, pero su corazón se mantenía adueñado del Cine Justo.

4 comentarios:

Kundejo dijo...

Camilo no entres al trapo con el Troll. Que esos bichos no tienen alma y si con algo se les pueden comparar es con los gamberros del Nigerian Scam. Trabajan por turnos y nunca es el mismo.

No obstante me alegra que como resultado del troll publicaras la historia del cine.

Koodos al trapo ;)
Kundejo

Anónimo dijo...

Camilo, parece que estas despertando el interés de anónimos venenosos. Pero usted siga tranquilo recordando los buenos tiempos del progreso. - Olvídate de esos comentarios anónimos. No tienen valor alguno, 'para serte franca'.

Anónimo dijo...

Camilo no gastes polvora en pajarracos,estos son unos ombliguistas que vienen a robar camara para sentirse bien con su "erudiccion" polillera y mataperronica. Sigue con tu onda que es la de David, que nosotros seguimos gozando con tus estampas del Pardero de Camarones, que son un reflejo de la patria grande.

Olga Lidia Piz dijo...

Me alegro mucho Camilito que personas como tu se acuerden de nuestro pueblo y de nuestra infancias tambien de personas como chena de tu abuela y es verdad que da lastima que hoy el cine que fue una de las pocas cosa que teniamos en nuestra niñez este en el olvido.