04 marzo 2015

Ballenas libres y cubanos en cautiverio

Hace dos semanas viajamos a Samaná para ver a las ballenas jorobadas. Vienen todos los años, entre finales de enero y mediado de abril, para parir y aparearse. Se dice que la enorme bahía dominicana es uno de los mejores lugares del mundo para observarlas.
La idea fue de Alejandro Aguilar, quien también se ocupó de organizar la expedición. Fuimos, además de él, Marianela Boán, María Antonieta Urquiza, Rolando Díaz, Diana Sarlabous, María y yo. En un punto de la costa, nos embarcamos en un catamarán.
Mientras navegábamos hacia el santuario, advertimos que justo detrás de nosotros iban tres cubanos. Dos mujeres y un hombre. Aunque el acento nos delataba a todos, no nos saludamos. Una inexplicable barrera impedía el intercambio lógico, natural.
Las ballenas jorobadas miden hasta 16 metros de largo y pesan cerca de 36 toneladas. Cuando emergió el primer gigante, todos aplaudimos emocionados. Rolando Díaz y yo, que somos los llorones oficiales del grupo, no pudimos contener las lágrimas.
En un momento, en que una de las ballenas pareció saludarnos con sus enormes aletas a muy poca distancia de nosotros, Diana comentó lo impresionante que era disfrutarlas en libertad. “Eso es lo mejor de esta experiencia —dijo— saber que son libres, que nadie las obliga a estar donde están ni a hacer lo que hacen”.
Cuando volvíamos a la costa, fue inevitable el saludo con los otros tres cubanos. Como en algún momento Rolando había hecho un comentario sobre la filmación de Los pájaros tirándole a la escopeta, los tres confesaron que era una de sus películas preferidas.
Uno de ellos agregó que acababan de pasarla en uno de los canales de la televisión cubana. “Ah, ¿ustedes viven en Cuba?”, pregunté. Aunque la interrogante era muy simple, acabó produciendo un largo silencio. Rolando trató de saber qué hacían en República Dominicana y el resultado fue peor. Nos evitaron por el resto de la excursión.
En el viaje de regreso, Diana insistió en que lo mejor de la experiencia había sido disfrutar de las ballenas en total libertad. “Nadie las obliga a estar donde están ni a hacer lo que hacen”, repitió. Entonces Rolando, que a veces habla en voz alta cuando se dice cosas a sí mismo, hizo las conclusiones del viaje: “Hoy vimos ballenas libres y cubanos en cautiverio”.

2 comentarios:

Mario Rivadulla dijo...

!Que paradoja, Camilo¡ Un abrazo.

Anónimo dijo...

Solamente te falto agregar al comentario de Rolando: "Así eramos todos nosotros cuando vivíamos y trabajábamos para el gobierno cubano"