15 mayo 2016

Mientras soñamos con el día en que todos los cubanos puedan hacerlo

Cuando me fui de Cuba, donde el Estado es omnipresente (tiene el control hasta del día exacto en que las mujeres mestruan), me prometí a mí mismo nunca más depender de él. Durante estos 15 años, como resumiría Emerson, he tratado por todos los medios de mantener mi independencia, mi libertad y mi dignidad. 
No hago nada ilegal desde que me fui de Cuba (para poder sobrevivir allí, es preciso cometer ilegalidades desde que te levantas hasta que te acuestas) y no he cobrado un peso proveniente del Estado. Si a alguien he seguido en estos años, es a Thoreau, quien me enseñó a construir una cabaña imaginaria donde aislarme de toda la mierda que nos rodea en el mundo de hoy.
En algún momento de la mañana, acompañaré a Diana a su Colegio Electoral para que vote. Según me ha dicho, lo hará contra la avasallante hegemonía del PLD y contra el actual alcalde de Santo Domingo, Roberto Salcedo, un comediante que ha convertido a la capital de los dominicanos en una broma de mal gusto.
No es que creamos que las cosas van a cambiar. No es que esperemos nada del Estado (¡nunca lo aceptaríamos!). Simplemente ejercemos un derecho, mientras soñamos con el día en que todos los cubanos puedan hacer lo mismo en su país. Crean o no en el Estado, esperen algo o nada de él.

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